15 octubre, 2011

Vendedores en el paseo marítimo.



Cansado de recorrer el paseo marítimo de arriba-abajo me senté en un banco de piedra frente al mar. 
No llevaría ni cinco minutos cuando se puso junto a mí un señor muy trajeado, con su gris marengo de dos pechos, algo brillante -quizá por los planchados que llevaría-; me saludó con un ¡Muy buenos días! Le conteste sumisamente con la cabeza, la verdad, no tenía muchas ganas de hablar. 
Sin  más me dijo: verá joven le he visto tan solo, que me he dicho voy a hacerle un poco de compañía, si no le parece mal. 
No, no me parece mal.
Qué día más gris tenemos.
Pero gris que está.
¡Bien joven, bien!
¡Mal señor, mal!
No sea usted pesimista que si es por el día ya cambiará. Como puede cambiar su vida desde ahora mismo.
¿Y que le haría falta? Nada, o casi nada. Estar seguro, segurísimo, y ya se acabaron los males.
Disculpe, no sé donde quiere ir a parar.
No voy a parar a ningún sitio joven. Voy a solucionarle su problema. 
Un poco difícil lo veo.
Al cabo de media hora sin dejar de parar de hablar, resumió: era vendedor de Seguros "La Rueda Explosiva", de tan antigua fundación como el mismo redondel y tan efectiva como la garrucha de un pozo. Por 1000 módicas pts. tendría todos los gastos de entierro listos; además se me diría una misa de primera, incluyendo el "Réquiem de Mozart".
Se me iluminó la cara de momento, -"El Réquiem de Mozart", mi música favorita-, mas la cruda realidad me bajo de las nubes. 
Reflexioné y cambié por un momento: ¿Para escuchar el "Réquiem de Mozart" me tengo que morir y tengo que pagar? La madre que le parió al...se va a enterar.
Acto seguido, le dije: señor, yo soy vendedor de enciclopedias, y hoy ya me he subido cuatro bloques de once pisos, que hacen cuarenta y cuatro pisos, que a veinte escalones por piso, hacen un total de 880 escalones, porque ahora resulta que no funciona ningún ascensor, debe ser la crisis. Si estoy aquí en este momento es para reposar un instante, como es lógico, ya que debo seguir llamando a las puertas,  la mayoría no te abren, y la que se abre, cierrasé como automática. Si a esto le suma lo que pesan los siete tomos y el apéndice, ya me dirá cómo puedo estar.
Insuflé aire a mis pulmones, carraspeé un poco y proseguí:
Si no consigo al menos vender una enciclopedia hoy no podré pagar a la patrona de la pensión donde resido y tendré que dormir en la calle. Llevo atrasado dos semanas en el pago y esta mañana que quise escabullirme sin hacer ruido, e incluso me había quitado los zapatos, me alcanzó por el cuello de la chaqueta en el momento de echar mano al picaporte, y alzándome como si fuera una romana me filtro en alta voz a la oreja derecha:
¡Bribón, sinvergüenza, cara dura! Te querías escurrir sin pagarme una vez más. Pues toma nota rufián truhán: si esta noche cuando llegues como siempre a altas horas, no traes al menos la mitad de lo que me debes, no entrarás, ni tampoco mañana, ni al otro día ni al otro...
Tus bienes, siguió voceando: quedarán guardados y depositados, como fianza. Ya los tengo inventariados y son: un pijama de rayas prisión, dos camisas de quita y pon con los cuellos raspados , dos pantalones,  relucientes las culeras como el sol, un par de botas o borceguíes ajados y sucios sin tacones, y una chaqueta negra con los codos blancos; y una maleta de cartón piedra que me ha servido para guardarlo todo.
Como quiera que son con hoy quince días, hacen  a 300 pts., un total de 4500 pts. 
Así que estoy totalmente desesperado. Yo no he nacido sabe usted para esto, para ser vendedor. Me falta labia, picardía y un poco de maldad, si le añade que no se rematar la faena se va todo al "carajo", como dicen en mi tierra. 
Conozco compañeros que se sacan sus buenas "perras". Algunos de los trucos que practican es el de tan pronto como les abren un poco la puerta la atrancan con el pie. Llevan reforzados los zapatos con pletinas. Luego una vez dentro de la casa, todos cuentan que tienen a su madre o a su padre enfermos; algunos a los dos, o los entierran en un momento, que tanto les da. Otros dicen que son huérfanos, tienen hermanos pequeños y llevan no se cuantos días sin comer, por lo que aprovechándose de la caridad de las buenas gentes algunos salen desayunados o merendados. Hubo a quien le invitaron a comer y luego se echó hasta la siesta; y allí reposando e inflando tanta mentira las adorna con  que además les hace mucha falta porque están estudiando a la vez. Estos son los triunfadores, los que valen, los que han nacido con la cara más dura que el cemento armado. En fin que mienten, consiguen dar lástima, pero se buscan la vida, que tampoco voy yo a criticarles más, porque la vida es muy dura, señor, pero que está muy dura.
Y yo si que es cierto, no tengo a nadie. Ni nadie me tiene a mi. 
El vendedor de Seguros "La Rueda Explosiva" puso un gesto triste, como abandonado, musitó unas palabras indescifrables, inconexas,  me contempló un instante y acto seguido despavorido salió corriendo como un poseso por aquel paseo marítimo. En pocos segundos le perdí de vista, parecía que en vez de dos pies tuviera dos ruedas y un motor de propulsión a chorro. 
Uno se llega a identificar tanto con su profesión que adquiere o puede llegar a adquirir hasta su mecánica.
A mi me valió la enciclopedia que tantas horas leí y repase para ganar un concurso de crucigramas -una de mis grandes pasiónes- y mira por donde el diario "La mañana de Aldeafuerte" me dio empleo y sueldo en esa sección:  está bien lo que bien acaba, me dije a mi mismo
En ese momento de felicidad todo no fue dicha; me acordé del hombre del traje gris, tan gris como su traje y sentí el desasosiego del hombre que para desahogarse no se da cuenta del mal que puede llegar a producir.
Por suerte no fue así, un buen día le vi riendo alegre con dos niños que subía a los columpios.
Y pensé: solo se asustó y, pudo asimilar mi caso al del vendedor sin futuro. 



Preguntas de enamorada


La enamorada siempre está pendiente de ver si tú tan...bien la quieres, si te has fijado en ella. Como sin dar la menor importancia hará las preguntas más inverosímiles, y si en el caso que pongo por ejemplo, no das la respuesta correcta; lo más fácil, es que la des una desilusión tremenda y perderás puntos…muchos puntos, así que  ojo:



 ¿De qué color son mis ojos, y, cómo serían?
Él que es muy decidido  e intuitivo le dice:

Si fueran verdes, serían la mar.
Si fueran azules, serían el cielo.
Si fueran negros, serían la noche.
Si fueran marrones, serían la tierra.
Si fueran anaranjados, serían la aurora.
Si fueran amarillos, serían la flor de la retama.
Si fueran  violeta,  serían….
Aquí no  le viene nada a la imaginación y duda…
Inmediatamente ella le interroga.
¿Cómo serían los ojos violeta?
¡Nunca vi  ojos violeta!  Violeta...violeta…
Pero este joven es un hueso duro de roer y rápido reacciona.
¡Eh! Ya recuerdo, serían los olores de tu piel.
¿Y si fueran rojos?
Cómo el fuego. Cómo tu fuego amoroso.
¿Y grises?
Si fueran grises, serían la niebla y la lluvia.
¿Todavía no has dicho el color de mis ojos?
Es el peor momento. Está a punto de no saber por dónde salir.
El don Juan de turno, que pasa un poco de ella -no se ha fijado en los bonitos ojos de la joven-, no obstante, acude a su profesionalidad..., y  una genialidad le salvan.
Tus ojos no tienen color y los tienen todos.
¡Eso es! Cómo el arco iris.
Ella que se cree única y muy especial, -que no quiere ser como las demás- le da la solución.
¡Oh, sí, blancos!
¡Ah, claro, blancos!
Cómo las sábanas que cubren nuestro sueño.
¿Qué sueño?
El que aún te queda por preguntar.
Oh, eres maravilloso ¡Te quiero!  Y pensar que dudaba de ti…




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