08 julio, 2012

Verano en Benalup-Casas Viejas


Francisco Aguilar Román y El Chano


Los veranos empiezan desde por la mañana muy temprano en esta tierra de Benalup-Casa Viejas. Y los fines de semana, mucho antes, porque se enlazan unas noches con otras y la alboreá se presenta perseguida por unas fiestas que no decaen.
Aquí se come muy bien y para todos. Ayer fue un arroz caldoso mixto realizado por el gran maestro: Pepe Luis. Sabe este hombre de flamenco casi todo, habla esforzándose porque su orificio en la garganta le impide sacar su verdadera voz, pero saca a relucir su arte culinario y su alegría por la convivencia. Siempre es el primero en apuntarse al divertimento, y ya desde las 11 AM está preparando el perol. No se aparta ni un segundo del fuego, sigue estrechamente unido a una paleta que remueve los ingredientes de cuando en cuando; nos da a probar ya la exquisita comida y de momento nos entra un voraz apetito.
Llegan los platos, reparte la proporción; observo que me suele dar el primero, quizá porque empiezo a encabezar la lista de los mayores o bien, porque tiene la deferencia a una persona que lleva comiendo de sus ricos manjares apenas tres meses y,  aún me considera nuevo.
La tarde continua con cantes, con poemas, y aunque el tiempo no desaparece, se hace noche.
La “niña baila”, le digo yo a los dueños del bar. Es Ángela, una niña que se nos ha plantado en el centro del cotarro, con una mirada en el techo y unas manos como queriendo atrapar al aire para bailar una soleá; después vinieron tangos, tientos y bulerías.
El Chano se arrancó por fandangos del Toronjo; Francisco Aguilar canta por el palo que se le pida, Luis de Martina es la voz de la conciencia y hasta incluso Gaspar, el padre de la niña, operado por tres veces de una hernia discal, mostró conocer muy bien los cantes de El Barrio, con su buen humor y  arte, pese a su gran dolencia.
Y para qué engañarnos: en semejante situación me resulta aborrecible abrir un libro y hay días que no visito ni la imprescindible y popular Internet.
No tengo remedio: me gusta una juerga más que todas las Evas del Paraíso; bueno, un  poco menos, y la cerveza con espuma, y vivo el momento hasta caer derrotado por “la gota que colmó el vaso”.
En medio de todo esto me limito a dar las palmas sordas y a decir ¡ole, ole…y ole!