26 agosto, 2011

El filósofo de las estrellas



 
Mi amigo era un joven vago,  bastante vago en su madurez, y luego se hizo viejo y siguió de vago.
Su profesión fue "no dar un palo al agua”, que dice el vulgo.
La vida se le hizo difícil, más que difícil diría yo que le conocí muy bien que para eso era su colega; inhóspita, desapacible, como el peor día del mes de enero que es cuando nació, quizá sería el signo de Capricornio el que le marcó para siempre, porque además estaba como una cabra.
En plena madurez llegó a Marbella por aquello que por eso lares se oía que no pegaban golpe y se vivía a lo grande con un poco de imaginación y cara, y como la verdad de esto estaba más que “sobrao”, inmediatamente,  se identificó con los de Puerto Banús o similares. Con ese calor por el día, y en las noches la bohemia le llevó a hacerse aún más lento, se quitó la capa del poco stress que de Madrid traía y se hizo más precavido,  menos ambicioso, y sobremanera,  más lento, como “aplatanao”. Se dejó crecer la barba y con su buen decir contaba historias a altas horas de la madrugada a los que estaban “puestos” de una u otra forma, gente famosa y pija; le empezaron a llamar: “El filósofo de las estrellas”, porque ellos mismos se aplicaban el doble sentido,
Remolón,  contemplativo y cada vez más misterioso, pues nadie sabía muy bien como era capaz de subsistir si no se le conocía oficio ni beneficio. Lo único que descubrieron es que dormía en una cueva cerca de la playa, porque parece ser gustaba de contemplar la aurora.
Y que vivía con una hippy ya un poco pasada de rosca, quiero decir que estaba de vuelta.
Pensó que quizá si se fuese a pescar podría a la vez que reposar hacerse algún fado o alguna otra canción más o menos lenta que no requiriera un sobreesfuerzo; el remanso del río fue más rápido que él. Todas las poesías y canciones se las dedicaba a Karola, ésta después les ponía música y las cantaba por la plaza de los Naranjos y otros lugares próximos a los chiringuitos de la playa. Él la escuchaba ensimismado, sentado con las piernas cruzadas a estilo árabe, y no fue capaz  de pasar una vez el sombrero. Karola lo hacía siempre por él.
Una vez le preguntaron el por qué de esa desidia para el trabajo; sin pensarlo dos veces les interpeló: "Os parece poco trabajo intelectual el pensar constantemente en el futuro, en el porvenir que me espera mañana, cómo me las tendré que ingeniar para lograr mi supervivencia, ¡probar, probar a hacerlo y veréis que no es nada fácil, es probable que más de uno perezca en el intento, y que desde luego entraña saber mucho de la vida"!
Tuvieron que reconocer que desde luego esa persona tenía un mérito que a ellos les causaba terror. A partir de entonces le tomaron un respeto tan respetuoso,  que les infundía una especie de veneración.
¿Cómo era posible vivir al día, sin tener la seguridad de unos padres ricos, de una c/cte. sin preocupación de rojos, me refiero a los números,  la cartera llena de tarjetas de crédito, el trabajo...quién trabajaba, era en puestos de cuello blanco, y siempre una cama de sábanas limpias, repleta sexualmente, apetitosa e indolente?
Un día su amante se harto de amarlo,  de servirlo de caricias y le dejó cuando se afeitaba en un arroyo, con la cara llena de tajos sangrantes por hacerlo sin espejo, ya que éste también rompió su larga agonía, y un buen día se le escapó de las manos y se hizo añicos a propósito.
No se inmutó por tamaño abandono ni por no poderse contemplar. Había aprendido a complacerse  asimismo, a tener por espejo el arroyuelo, más amplio, que le enseñaba todo un cuerpo lleno de vida y profundidad. Ni siquiera arqueó una ceja en señal de asombro. Se encasquetó una gorra estilo miliciano hasta las mismas narices y decidió que lo mejor era echarse la siesta y esperar a que algún buitre le despertara.
 El buitre que le despertó volaba bajo, pero siguió durmiendo en la comisaria, hasta que el juez de turno se despacho enviando al sujeto en cuestión a la cárcel, por haberle aplicado la "ley de vagos y maleantes".
  Al poco tiempo la referida ley se derogó y el conocido por "filósofo de las estrellas", volvió a dar sus mejores galas en las noches interminables de Marbella, donde sus seguidores ya se contaban por miles.
Su compañera Karola había saltado a la fama y acudiendo al evento de su presentación le dedicó la canción de amor más auténtica que jamás se escuchó:
"La verdad eres tú, la paz y la libertad...", comenzaba. Por los años setenta Karola, la del espíritu rebelde murió, y también parte de su antiguo compañero y amigo. Fue la única vez que se le vio llorar.
Cuando alcanzó la vejez, no le dio por eso de complicarse la vida y menos con su experiencia; aun fuera vendiendo en el “Rastro de Cascorro”, que por ahí suelen terminar  muchas veces los que quieren pausar el vuelo, para alcanzar el tedioso final. Pues nada, ni eso. Él se movió menos que la estatua del famoso soldado.
Estuvo en la movida de Tierno Galván, por la Plaza del Dos de Mayo. Allí, tampoco se afanó demasiado. Por aquel entonces  conoció a los Sabinas, Alaska, Tino Casal, Radio Futura, Loquillo.. y muchos más cantantes y músicos, aparte de gente de las artes y las letras - estaba en plena "movida madrileña incurso- que se esforzaban cada día por salir a flote. Algunos ya sabían incluso nadar del empeño que pusieron. Al individuo en cuestión todo le parecía bien, todo menos arrimar el hombro. Si no lo hizo de joven, quién le iba ahora a exigir tamaño disparate, ¡Un disparate!, eso es lo que le pedían los insensatos de siempre.
Por fin tomó una determinación determinante: "trabajaría", se dijo para sí, "y que sea lo que Dios quiera".
Se compró una silla y se sentó en el Rastro Madrileño. Miró la escultura de Rodín, le copió el gesto a aquella, la postura, el semblante, el rictus y...se embadurnó de blanco, quedándose tan estático como la figura. A los pies puso la gorra de miliciano.
Aquello fue el asombro de cada domingo mañanero madrileño. Hasta Cascorro se descubrió ante tal descubrimiento, lleno de cultura y de ingenio.
 Por las noches antes de irse a dormir bajo los soportales de la Plaza Mayor, exponía su Serena Majestad
ante los curiosos paseantes, y sin saber que anteriormente era ese su apelativo le empezaron a llamar "El filósofo de las estrellas".
Y así tuvo un sueldo fijo, cómo algunos querían, trabajando, pero a la vez lo hacía pensando que era como a él le gustaba manifestarse, porque odiaba hasta esa palabreja maldita, que tanto trab...le costaba decir.
Todos quedaron la mar de contentos, a pesar que "El filósofo" no podía sonreír ni menos reír, porque no sería de recibo que aquella imagen quedara por un momento fuera de lugar y defraudara a sus eternos seguidores.
De tanto posar de la misma manera - ya dormía en la misma postura -, se volvió taciturno e inexpresivo, y una mañana del mes de enero, apareció congelado, blanco de la nieve que le había caído encima.
No era necesario ponerse tanta tiza molida y mascarilla, había logrado lo máximo, lo único, lo que nadie había logrado realizar. Todo fue pensando...y pensando. 
La quietud del personaje era tan real que los clientes decían que estaba llegando a la perfección, que no se le veía ni respirar ni dar en al mínimo respingo; la gente lloraba al contemplarlo y se hizo una cola inmensa, casi interminable. La gorra es lo único que de vez en cuando limpiaban y el dinero recaudado, que entregaban al dueño del bar de enfrente para que posteriormente le fuera entregado; cuando tuviera a bien dejar su tarea.
Hasta que no salió el sol al cabo de dos semanas y la figura se empezó a derretir, sus seguidores y las distintas autoridades y público en general no se enteraron  que llevaba muerto por congelación, tieso como la mojama, la friolera de quince días y nueve horas, con catorce minutos.
Murió como vivió, pensando... y de esa manera se le recordó por siempre, cómo un filósofo, tan necesario para la sociedad como el primer ilustrado y currante.
 Dejó escrito su última voluntad ante notario que fue: "...y se me entierre de la misma forma que muera". Así se hizo, por tanto se le dio sepultura como más abajo se muestra. Un poco incómoda, la verdad, pero ya sabemos que este hombre era un tanto especial, y por añadidura ya llevaba cierto tiempo practicando, que todo lo tenía muy elaborado...digo pensado.

El pensador - RODÍN