Nunca han habido, que yo sepa, tantas personas escribiendo su diario.
Hoy en la era virtual y de la comunicación, el diario se llama blog,
aunque admite también otros sinónimos. Algunos resultan tan interesantes
que nos tienen enganchados a su visita diaria, casi siempre cuentan la
noticia en primera persona, pero también nos aportan otros datos que
nada tienen que ver con su autor: nos sugieren libros, música, arte y
artistas, restaurantes, países para ir de vacaciones, incluso donde
encontrar la felicidad. Esta aportación moderna de escribir y leer lo
que uno siente al momento es lo que más me motiva; saber lo que pasa al
instante, ¡ya!
El diario leído a “posteriori” hoy ha perdido la fuerza que tuvo antaño,
-aunque se resisten al tiempo los excepcionales- al leer una noticia
de ayer, es como si pidiera para desayunar un café con leche y me lo sirvieran frío: alimenta pero no me reconforta. No por eso deja de haber personas que les guste más así; frío, aunque pienso que son los menos.
Hoy hay tantos diarios buenos dónde elegir que te llevan de un sitio a
otro y me dan las 3 PM y aún no he hecho la comida y el fiambre me ha
dicho el médico que no puede ser mi diario, porque en “fiambre” me puedo
convertir y ya no puedo más; porque no doy más de sí, y tengo que
expresar: “¡virgen de la pata-arrastra, que me quede como estoy!”, por
aquello de la maldita gota que padezco, que a veces me hace soltar estas
exclamaciones que espero sepas disculpar.
Y desde hoy mi diario ha dejado de ser privado para ser todo tuyo y calentito.
Y desde hoy mi diario ha dejado de ser privado para ser todo tuyo y calentito.