La última cena - Leonardo Da Vinci |
EL PAIS
Tras acusar a Dios de ser “nuestra más larga mentira”, calificar a
los evangelios de “testimonio de la ya incontenible corrupción existente
dentro de la primera comunidad”, definir a Pablo de Tarso como de
“disangelista” y dirigir la “maldición sobre el cristianismo en El Anticristo,
Nietzsche hace el siguiente retrato idílico de Jesús de Nazaret: “Él no
opone resistencia, ni con palabras ni en el corazón, a quien es malvado
con él… No se encoleriza con nadie, ni menosprecia a nadie. No se deja
ver en los tribunales, ni se deja citar ante ellos (‘no jurar’)… Lo que
él legó a la humanidad es la práctica: su comportamiento ante
los jueces, ante los sayones, ante los acusadores, ante toda especia de
calumnia y burla, su comportamiento en la cruz Él ora, sufre, ama con quienes, en quienes le hacen mal. No defenderse, no encolerizarse, no hacer responsable a nadie”.
De ser cierta la versión de Nietzsche, Jesús habría huido del
conflicto como de la quema y se habría instalado en una religión
conformista, sin que nada ni nadie le turbara. Pero nada más lejos de la
realidad. Jesús fue un Indignado que adoptó una actitud de rebeldía
frente al sistema y se comportó como un insumiso frente al orden
establecido. El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de
ser, caracteriza su forma de vivir y constituye el criterio ético de su
práctica liberadora. La insumisión y la resistencia fueron las opciones
fundamentales durante los años de su actividad pública, tanto en el
terreno religioso como en el político, ambos inseparables en una
teocracia y la clave hermenéutica que explica su trágico final.
Indignado con la religión oficial. Se indigna con la
religión oficial y sus intérpretes, que anteponen el cumplimiento de la
ley al derecho a la vida e incitan a la venganza en vez de llamar al
perdón. Cuando está en juego la vida y la libertad de las personas
infringe a conciencia las leyes judías del ayuno, del sábado, de la
pureza, etc. y justifica que sus discípulos las incumplan. Come con
pecadores y publicanos y osa afirmar que las prostitutas preceden a los
escribas y fariseos en el reino de Dios. El centro de la religión está
en la práctica de las bienaventuranzas, carta magna de la nueva
religión.
Indignado con los poderes religiosos. Las autoridades
religiosas vivían una escisión entre la realidad y la apariencia. Su
actitud no podía ser más hipócrita: decían y no hacían, absolutizaban la
Torá e imponían al pueblo cargas legales que ellos mismos no cumplían.
Jesús les echa en cara la falsedad de su magisterio y su falta de
coherencia. No les reconoce autoridad, ni sigue sus enseñanzas.
El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de ser, caracteriza su forma de vivir Indignado con los poderes económicos. La acumulación de bienes es quizá la causa más importante de la indignación de Jesús, convencido como estaba de la incompatibilidad entre servir a Dios y al dinero y de que toda riqueza es injusta y se convierte en un medio de dominación y de opresión que genera pobreza en derredor. Cuestiona las raíces materiales y religiosas –generalmente unidas- de la exclusión y lucha por erradicarlas. Se pone del lado de los grupos marginados social y religiosamente: publicanos, pecadores, prostitutas, enfermos, posesos, paganos, samaritanos y gente de mal vivir.
El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de ser, caracteriza su forma de vivir Indignado con los poderes económicos. La acumulación de bienes es quizá la causa más importante de la indignación de Jesús, convencido como estaba de la incompatibilidad entre servir a Dios y al dinero y de que toda riqueza es injusta y se convierte en un medio de dominación y de opresión que genera pobreza en derredor. Cuestiona las raíces materiales y religiosas –generalmente unidas- de la exclusión y lucha por erradicarlas. Se pone del lado de los grupos marginados social y religiosamente: publicanos, pecadores, prostitutas, enfermos, posesos, paganos, samaritanos y gente de mal vivir.
Indignado con el poder político. La indignación de Jesús
sube de tono cuando se enfrenta con los poderosos, a quienes acusa de
opresores, y con la tiranía que imponía Roma a su pueblo. Precisamente
la condena a muerte de Jesús, y muerte de cruz, dictada y ejecutada por
la autoridad romana, fue la consecuencia lógica de la indignación contra
con el poder político, a quien niega legitimidad, y contra el Imperio, a
quien considera invasor. No se trató, por tanto, de un error, como
creía Bultmann. ¡Se lo tenía merecido!
Indignado con la religión y la sociedad patriarcales, Jesús
denuncia las múltiples marginaciones a las que eran sometidas las
mujeres por mor de la religión y de la política, se opone a las leyes
que las discriminaban (lapidación adulterio, libelo de repudio) y las
incorpora a su movimiento en igualdad de condiciones que a los varones y
con el mismo protagonismo. Es en el movimiento de Jesús donde ellas
recuperan la dignidad que les negaba la religión oficial y la ciudadanía
que les negaba el Imperio.
Indignado con el Dios autoritario. Es sin duda la
indignación más dolorosa, la que más desgarro interior le provoca y la
que pone a prueba su fe y su esperanza. El conflicto con Dios se muestra
en toda su radicalidad en los momentos finales de su vida, cuando el
agua le llega al cuello. Jesús pide cuentas a Dios por no estar de su
lado en el proceso, la condena y la ejecución, como antes su
correligionario Job, le expresa su más profunda decepción y lanza un
grito de protesta: ”¿Por qué me has abandonado?”. La indignación de
Jesús de Nazaret con los poderes económicos, religiosos, políticos y
patriarcales constituye un desafío para los cristianos y cristianas de
hoy y una llamada a incorporarse al movimiento de los Indignados. Y no
para sacralizarlo, ¡en absoluto!, sino para sumar fuerzas y aportar
nuevas razones a la lucha por “Otro mundo posible”.
Juan José Tamayo es teólogo y autor de Otra teología es posible (Herder, 2012. 2ª ed.).
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