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Camarón de la Isla |
De la VANGUARDIA
Camarón de la Isla, un tímido al que le "sacaba de quicio" verse "deificado"
Ricardo Pachón, productor de una docena de los discos del cantaor, es incomprensible que no exista ni un museo ni una fundación que guarde su memoria
Sevilla. (EFE/Isabel Laguna).- A Camarón de la Isla,
"tímido y humilde", le "sacaba de quicio" verse "deificado". Quizá por
eso no le hubiera importado que, veinte años después de su muerte, no
exista ni un museo ni una fundación que guarde su memoria, conserve su
legado y evite que el tiempo borre la huella de su leyenda.
Quienes compartieron la vida con él, como Ricardo Pachón, productor de una docena de sus discos, entre ellos el legendario La leyenda del tiempo,
no entienden sin embargo como "no se ha hecho nada" por un personaje de
la categoría de Camarón que "debería estar a la altura de un Jimmy
Hendrix, porque se lo merece".
"Su legado no se lo ha tomado en serio nadie. Me da muchísima pena
porque hay cosas que se van a perder. Es imprescindible que se haga algo
para tener un mínimo de conservación", dice, en una entrevista con Efe,
Ricardo Pachón (Sevilla, 1937), el "chef" que cocinó en su estudio la
revolución del flamenco de la mano de artistas como Lole y Manuel, Pata
Negra, y, por supuesto, Camarón.
Pachón participa estos días en las modestas actividades que la
localidad natal del cantaor, San Fernando (Cádiz), ha organizado para
conmemorar el veinte aniversario de su muerte, que se cumple este 2 de
julio, y que el mismo consistorio ha calificado como una "piedra de
toque" para saldar sus "asignaturas pendientes" con el cantaor.
Un trabajo que, según el productor, sería "cien por cien rentable" si
se tiene en cuenta cómo aún hoy cientos de seguidores de todo el mundo
viajan a San Fernando a tocar escenarios como su tumba, la Venta de
Vargas, la fragua de su padre o a visitar La Línea, donde su viuda, "La
Chispa", sigue atendiendo una mercería, y manteniendo a los cuatro hijos
que tuvo con el cantaor, dos de los cuales han hecho pinitos en la
música sin apenas repercusión.
Pachón asegura que en España, "desde el punto de vista institucional"
no se le ha dado a Camarón "la más mínima importancia". "Lo seguimos
considerando un muchachito que cantaba y ya está", se lamenta mientras
recuerda que grandes de la música, desde Mick Jagger a Bono o Peter
Gabriel, han "alucinado" con él.
"A la fundación se le ha dado muchas vueltas pero nadie acaba de
coger el toro por los cuernos. No sé tampoco qué tipo de facilidades dan
sus herederos", que guardan, entre muchos recuerdos, la colección de
guitarras de Camarón y un tesoro: decenas de cintas que el cantaor grabó
en su pequeño estudio, algunas de las cuales se han echado a perder.
Pachón sabe que esta dejadez no enfadaría mucho al cantaor, porque se
llevaba "muy mal, muy mal" con su mito, con una leyenda que empezó a
fraguar el pueblo gitano, que hizo de él "una especie de gurú" y le
"entronizó" como a su "príncipe".
Su leyenda se engrandeció a partir de 1979 cuando grabó con músicos del rock c, un "disco bisagra", "como lo fuera el 'Sargent Pepper' de los Beatles", con el que abrió al mundo las puertas del flamenco.
Pero la fama no le ayudaba a vivir. Un psiquiatra que le atendió
dictaminó que Camarón "prefería" estar "permanentemente out", "colocado
siempre", porque era "muy tímido y muy humilde" y "no soportaba la
presión" de verse "deificado".
La "mitificación" -que llegó a
extremos como el de llevarle niños en silla de ruedas, como si pudiera
hacer milagros- no afectó a su arte, pero sí a su vida cotidiana porque
él, que no se veía como el gran cantaor que todos admiraban, prefería
quedarse "pegadito a la pared" y pasar desapercibido; así, se convirtió
en "un maestro en perderse".
Camarón, según el productor, no entró nunca en conflicto por acercar
el flamenco a otros territorios y sacarlo de eso que llaman "pureza",
porque, tras su etapa con Paco de Lucía, "el cuerpo le pidió" cambiar,
investigar.
Fue en un tiempo, finales de los setenta, en el que Sevilla vivía un curioso "paralelismo" con California.
"Teníamos tres bases americanas muy cerca que ponían al alcance el
rock más progresivo y unas dosis de LSD potentísimas que circulaban como
la Cruzcampo. Ese mundo unió mucho a roqueros y flamencos", cuenta
Pachón, que cree que todo ello fue "una raíz profunda" del nacimiento
del llamado nuevo flamenco que coronó Camarón.
Pero en sus últimos años de vida su "obsesión" era volver a sus
raíces. "Por lo menos cinco o seis años antes de morir siempre me decía
lo mismo, 'tengo que hacer un disco de flamenco clásico que es lo que me
gusta a mí'".
"Cuando lo intentó era un poco tarde, porque el flamenco clásico es
muy exigente, hay que estar en forma, y ya a Camarón le costaba hacer un
cante por derecho. Era un poco triste, porque se daba cuenta de que se
le había pasado el momento", recuerda Pachón.
Un momento que ya sólo podrá volver de la mano de esas grabaciones
inéditas que aún se conservan del Camarón más íntimo y más puro. De ese
duende cuya leyenda se mantiene viva sin ayuda de nadie.
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