29 agosto, 2012

Tres generaciones


Gregorio Marañón y familia
Antes a los niños-adolescentes que les llamaban mal criados los he oído decir cuando se enfadaban: “ya no me ajunto”.
Hoy a los niños-adolescentes que les llaman mal criados cuando se enfadan dicen:”eres un hijo/a de p…”.
Mañana a los niños que les llamarán mal criados nos dirán, seguramente: “mis juegos aún están por hacer en MP321-123/Aaslk90ñ7vb-5ª gene-ra-acción mar-si-ana”.
Yo he vivido, pertenecido, y padecido tres generaciones amigas y familiares. Y en las tres, sino todos los días, alguna vez me vino a la mente dichas palabras.
Porque cuando somos niños, no somos aún responsables, buscamos un énfasis en el “prota” o en el “líder”, sin saber muy bien a qué conduce. Solo queremos que nos vean que estamos integrados en un grupo y no somos una especie especial que vaga por su cuenta y riesgo. Buscamos el amparo de una frase, de una palmada, de una mirada que nos comprenda.
Qué edad tan difícil, y tan bella.  Quizá la mejor. 

Aquello se perdió y ya no se recupera, con lo que me gustaría:  “lo de no ajuntarme” y no “arrejuntarme”; parece ser que por futuro lo último me corresponde. Quién sabe, estoy en ello,  me lo pensaré…muy mucho.
Que no, que es una broma, que uno no está ya para quedar mal con medianas medianías...aunque parezco  joven y prometo, sexualmente uno está, pero ya no está en lo que está.

21 agosto, 2012

Perderse o extraviarse

Zahara de los Atunes - Playa del Carmen -

Cuánto se aprende cuando uno se equivoca. Como mínimo tiene dos caminos ya para recorrer.
Perderse o mejor extraviarse creo que es lo que me pasó el día 14 de este mes y de este año cuando iba a Zahara de los Atunes.
Me fui por la N-340 dirección a Tarifa, recorrí todo el arcén con la Chicharra y vi brillar cristalillos, algún que otro matojo, piedrecillas, arenisca, bolsas y desperdicios. 
Pero llegue y me dio tiempo a conocer playas, el centro –lleno de foráneos momentáneos, se les nota por esa alegría con que piden el atún, y disparan su altanería al atosigado camarero- y me producen una especie de estupor y mala leche.
Conocí a amigos de mis amigos y me comí un rabo de toro, mojado con  dos cervezas y tres riojas, aunque no les pegara a los entendidos recién llegados. 
Si di la nota sería porque me rasqué demasiado el bolsillo si sacar “chavo”. Pero a eso estoy acostumbrado.
Me divertí con los consejos de los sabios de turno que me dijeron por donde volver; así lo hice, por Barbate, pues qué bien, dos rutas por el mismo precio, porque además se dignaron con mi presencia y consideraron “que había recorrido bastantes km demás, y no era lógico que tuviera por hoy más gastos, faltaría plus”. Qué elegantes dije para mí y que memos. 
Si en el fondo son como niños, otro día les diré que para ir a Roma, desde Cádiz cogí el Camino de Santiago, dirección Lisboa, pasando por Tenerife a nado.
 ¡También vale!, o a lo mejor no, pero como por perderse o extraviarse le consideran a uno medio bobo, ¡qué lo paguen coño, qué menos!
Con los bien que se lo pasan cómo les voy a defraudar. No es justo ni se corresponde con mi persona que me gusta tanto hacer felices a estos “enteraos” de la guía Michelín.

08 agosto, 2012

Fugas de amor en bicicleta

En los años 90 vivía en Madrid en la calle Reina; detrás de Perico Chicote, con una amiga-compañera, que en bici me acompañaba nada menos que a Chinchón que está a cuarenta y tantos kms.
Debíamos de parar de vez en cuando, porque mi amiga al tener la tensión baja decía y creo que con cierta razón: “que tenía que tomar una Coca-Cola y comer tortilla de patata”.
Eran los tiempos donde las calles de Madrid eran temibles, casi era un suicidio atreverse a dar la más mínima pedalada. Un buen día a mi amiga, le sorprendió la oreja (puerta) de un vehículo. El golpe fue como para dejar los trastos aparcados para siempre. El insensato ni siquiera se disculpo; yo me llevé las culpas después del incidente por ambas partes. El uno, por consentir que una mujer me acompañara y la otra, por no haberle abofeteado al menos. La verdad que no faltó mucho para llegar a las manos, pero todo quedó en un alborotado, chismoso y abarrotado cerco de curiosos.
Lo único que se me ocurrió es acercarla al Hospital Doce de Octubre, quizá porque era lo más próximo a mi imaginación.
Ahora la monto -la bici-, en casa...y cuando me da la vena, que son las menos, a no ser que alguna despistada quiera que la lleve a hacer una pequeña “tournée”.

07 agosto, 2012

Marilyn


Marilyn. Te lo contamos todo.

Tres maridos, múltiples amantes

por RAQUEL QUÍLEZ

«Sola. Estoy sola. Siempre estoy sola. Sea como sea». Los versos de la mujer más triste del mundo, escritos en uno de sus cuadernos rescatados hace apenas dos años, desnudan a una Marilyn Monroe insegura; asustada. Siempre lo fue: la mujer más deseada de Hollywood nunca se quiso y buscó el consuelo en multitud de hombres. Pero no logró sacudirse la sensación de abandono. Ni sus tres maridos ni sus múltiples amantes —de los hermanos Kennedy a Elia Kazan pasando por Tony Curtis y Marlon Brando— lograron que fuese feliz.
Marilyn buscaba la autoestima en otros. Quizás su complicada infancia, con un padre ausente, una madre desequilibrada, hogares de acogida y agresiones varias, hizo que el mito anhelase el abrazo protector de un hombre. Apenas tenía 16 años cuando se casó por primera vez. Era 1942 y el elegido, un obrero aspirante a policía llamado James Dougherty.  Ex capitán de fútbol y delegado de clase, tenía 20 años cuando empezó a salir con Norma Jean Baker. No conoció a Marilyn Monroe. Su familia había sido vecina de Grace Goddard, amiga de la madre de Norma Jean, que vivía entonces con ellos. «Iban a mudarse y decidimos casarnos para impedir que volviese a una casa de acogida. Estábamos enamorados», recordaría más tarde Dougherty. Así, el gran mito sexual se convirtió en ama de casa en una relación que, en apariencia, funcionaba, aunque algunas de sus cartas dejaron ver después que su marido era infiel.
Dougherty fue reclutado para la II Guerra Mundial y en su ausencia, la joven se convirtió en una modelo cotizada en Los Ángeles. Y buscó la compañía de otros hombres para mitigar la soledad que le angustiaba. Hollywood pronto la reclamó y ella tramitó un divorcio que se concretó en septiembre de 1946. Habían estado juntos cuatro años. Al volver a casa, Dougherty intentó convencerla de que volviese, pero ella se negó. Iba a convertirse en Marilyn. «Quería firmar un contrato con la 20th Century Fox en el que decía que no podía estar casada», contó Dougherty en 1984.
Su segundo gran hombre fue Joe DiMaggio, el jugador de béisbol con el que se casó cumpliendo el sueño americano de ver juntos a dos de sus mitos: el ídolo de los Yankees con la diva de Hollywood. Se casaron en 1954 —antes, el escritor Robert Slatzer asegura haber sido su esposo durante una semana en 1952, aunque no hay pruebas de ello—, pero el compromiso duró sólo nueve meses, pese a que siguieron viéndose durante años. El deportista, muy conservador, era incapaz de adaptarse a la vida de la estrella. Le parecía una ofensa que la deseasen más hombres y vivió históricos ataques de celos. Quería apartarla del espectáculo y guardarse toda su explosividad para él, pero ella no cedió. Que la amó lo demuestra el hecho de que durante los 20 años que siguieron a su muerte, envió un ramo de flores a su tumba tres veces por semana. La Parisien Florist, de Hollywood, tenía el emotivo encargo.
A Arthur Miller, el intelectual, el judío, le vio por primera vez en 1951, cuando ella tenía 25 años y él, diez más. Se casaron cinco años después —cuando aún se especulaba con una reconciliación con DiMaggio—, en una ceremonia en la que Marilyn se convirtió al judaísmo. Por aquel entonces, los medios ya habían creado una Marilyn superficial, adicta, sexy a rabiar, pero problemática y depresiva. El dramaturgo, ganador de un Pulitzer, quiso salvarla. Parecían felices, pero apenas tres años después el matrimonio encallaba y en 1960, Marilyn tuvo una sonada aventura con el francés Yves Montand cuando rodaban 'El multimillonario'
Marilyn Monroe y Arthur Miller estuvieron juntos hasta 1961. Fue quizás el hombre que mejor pudo entender el vacío que la asfixiaba, el más capaz de valorar su talento y hacérselo creer a ella, pero acabó agotado de esa personalidad enfermiza y la abandonó para marcharse con la fotógrafa Inge Morath, a la que conoció en el rodaje de 'Vidas rebeldes'. Paradojas de la vida, Miller había escrito para Marilyn esa historia en la que intentaba explicar sus contradicciones. «¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?», le hizo decirle en la ficción a Gable.
La lista de amantes de Marilyn fue interminable. Como Elia Kazan, descrito así en las cartas que escribió a su psiquiatra, el doctor Ralph Greensom, en 1961: «Me quiso durante un año, y una vez me acunó cuando tenía una angustia muy grande. Y me sugirió que me psicoanalizara». También Marlon Brando quiso cuidarla. Le conoció antes de que fuesen estrellas y mantuvieron una relación intermitente durante años. Quizás fue siempre más amigo que amante y la defendió a muerte cuando la industria empezó a rechazarla por el suplicio que suponía trabajar con el huracán autodestructivo hacia el que derivaba. 
Con Tony Curtis también tuvo una historia que iba y venía. Durante ocho años. Y según el propio actor, incluyó un aborto involuntario. La relación comenzó en 1950 y se reactivó en el rodaje de 'Con faldas y a lo loco'. Marilyn estaba casada con Miller y Curtis con Janet Leigh —la actriz asesinada en 'Psicosis'—, que estaba además embarazada, pero eso no impidió que Tony y Marilyn 'recayesen'. Según ha contado Curtis en sus memorias, ella se quedó embarazada y perdió el bebé poco después de reunirle en una habitación con su marido para contárselo. «Me quedé ahí petrificado. Se hizo el silencio y podía oír el ruido de las ruedas de los coches chirriando en Santa Mónica», describió. Aunque no se ha confirmado, lo cierto es que el actor nunca ha sido cariñoso con la memoria de Marilyn y ha aireado sin pudor intimidades.
Ríos de especulación ha desatado también las aventuras que mantuvo con los Kennedy, John y Robert; documentada en los archivos del FBI y la CIA, preocupados por la amistad de Marilyn con comunistas de Hollywood y por los secretos que pudiese saber del presidente. Existe un informe de 1965 que habla de «fiestas sexuales» con los Kennedy, Monroe, Sammy Davis Jr. y Frank Sinatra, otro de sus amantes fieles durante años. De su relación con el entonces presidente de los EEUU hay pocas pistas. Algunas voces cuentan que él no paró hasta tenerla en su cama y después se desentendió, mientras las más conspirativas añaden que los servicios secretos y los propios Kennedy se encargaron de borrar las pistas. Hay todo tipo de versiones de esta relación, pero no hay testigos. Lo que sí hemos visto todos, y no olvidamos, es ese cumpleaños feliz en el Madison Square Garden, el 19 de mayo de 1962. Tres meses más tarde la diva fallecía en California.
Marilyn sufrió sola y sufrió junto a sus hombres. Ella misma dijo que una estrella era un objeto. Y detestó serlo. Sola. Siempre se sintió sola. Hasta su trágica muerte.