07 marzo, 2012

El agua: peligro de muerte.




Tenía 19 años cuando me sacaron del mar los vigilantes de la playa de Fuenterrabía en una barca, había resaca y la mar y mi inexperiencia me fueron engullendo hacia el interior cada vez más. Las pasé “canutas”; eran los tiempos en los cuales creía que ya sabía casi todo, incluso nadar, aquél día aprendí una gran lección y es que, saber las cosas a medias supone un gran peligro. Aún tengo metido el susto en el cuerpo.
Después viviendo en Estepona a la vera del mar en La Punta de la Plata,-el torero José Tomás se hizo mi vecino- jamás se me ocurrió bañarme; mojándome los pies para mí ya existe oleaje, ni siquiera mis amigos marineros consiguieron en 5 años que me subiese a sus barcos en un día tan señalado como es la Virgen del Carmen.
Otro tanto me ha pasado cuando trabajaba en Marbella y Sotogrande. Cuántos romances me he perdido por tan tremendo trauma, y los que me quedan, pues dentro de poco me iré a vivir cerca de Barbate. Ya me imagino con las nuevas amistades su “cachondeo” con el agua, que a mí me resulta una de las cosas más serias que existen en esta vida. Siempre digo que lo más sano es la ducha, claro, como evasiva.
De las playas que conozco una de la que más me gusta es La Concha, en San Sebastián, por el marco que la rodea y naturalmente por su forma, con la isla de Santa Clara al fondo.


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