Cuando se vive en un pueblo pequeño toda faceta artística de cierta
calidad y resonancia suele faltar o no aparece. Nos puede visitar el
circo, el de siempre, el de las fieras feroces; el otro, el referente a
los políticos feriantes jamás nos abandona y nos persigue por doquier.
Pero yendo al meollo de la cuestión, lo que es asistir a grandes
exposiciones de pintura, retrato, o fotografía de grandes genios -de
esos que de vez en cuando viajan y hacen de su presencia evento
principal por medio de la obra y sin tener de dicha mudanza y ajetreo
la más aquiescencia ni permiso, puestos por aquellos intereses
mediáticos a disposición de lugares dónde ellos nunca hubieran deseado
pisar y…sin dejar de descansar, apenas unas semanas, porque si pudieran
llevar la contraria, quizá Gauguin exclamara: “¡…no me mováis más, que
me estáis mareando, coño, ya está bien de tanto cuelgue y descuelgue,
tanto país y tanta galería, tanta mirada indiscreta que hace sonrojar a
mis ardientes mujeres…qué ante mí no conocieron el pudor !”-, de esos
decía, genios, no tenemos ni la más pajorera idea.
Esos grandes eventos quedan contratados en los sitios de postín,
usando un símil taurino, digamos que solo van a torear a plazas de
primera, a las portátiles “ni está ni se le espera”.
Yo le contestaría, no se lo tome usted a mal, Monsieur Gauguin,
“Déjenos que contemplemos aunque solo sea un fin de semana sus exóticas
mujeres y sus exuberantes pinturas; concédanos aunque solo sea una vez
pasarse y posarse por este pueblecito de Benalup-Casas Viejas, que es el
que tiene más paro de toda España; que nos haría muy bien a toda la
comarca de La Janda, que fíjese hasta ha dejado de ser la mayor laguna
del país; que apuesto doble contra sencillo que al menos desde el gran
Mañez (D.E.P.) también artista posmodernista y primitivo africano, hasta el escolar más
benjamín se lo agradecerían, se lo agradeceríamos; ya que la fortuna
del trabajo no asoma por aquí, nos visite al menos la cultura y no malgastemos el tiempo: acaso con un solo cuadro suyo nos valdría, y sería
usted recibido por lo menos como “Bienvenido, Monsieur Paul Gauguin”, y
saldríamos incluso a recibirle como en sus hechizadas escenas
tahitianas.
“¡Por favor!: que le da cuelgue más o cuelgue menos!”. A nosotros, a
toda La Janda su obra la bañaría de eterna e ilusionante pintura, nos
sacaría de esta falta de ideas, porque hoy aquí solo se pinta hambre,
muermo, amodorramiento, apatía y paro hasta decir, ¡Ya basta!.
Mientras tanto, solo nos quedará Mañez, nuestro mejor artista y que tanto se le quiso parecer.